
Por ejemplo, una investigación de la Universidad de Pensilvania encontró que “la diversión” impuesta por los jefes puede resultar depresiva para algunos empleados y disminuir la productividad.
Pero Alain Lagger y Gerver Torres creen que bien vale la pena el riesgo. Incluso sostienen que estos resultados positivos pueden trasladarse a los gobiernos.
“La felicidad es tan importante que, tomada en serio, no puedes verla como una tendencia. Es una lección que vino para quedarse y veremos más prácticas para promoverla en todos los espacios de nuestras vidas. Esto generará una reducción en las tazas de criminalidad, mejoras en los indicadores de salud y un boom de emprendimiento e innovación”, augura Lagger.
En Gran Bretaña, el primer ministro David Cameron ha sido un defensor de la idea de que, dado que la vida es más que dinero, los indicadores subjetivos de bienestar deben importar tanto como los económicos; en Francia el expresidente Nicholas Sarkozy hizo un llamado similar a todos los países, para que midan y promuevan la felicidad además del producto interno bruto.
Carol Graham, autora del libro Economía de la Felicidad, explica que Bután fue pionero al adoptar el nuevo estándar de Felicidad Nacional Bruta como orientador de sus políticas nacionales.
Muchos pensarían que la movida de Bután de renunciar a las mediciones de Producto Interno Bruto y sustituirlas por la menos ortodoxa Felicidad Interna Bruta sería una mascarada para un mal desempeño económico y distraería los esfuerzos para promover un desarrollo efectivo del país.
En el caso de Bután no fue así. Durante el tiempo que se implantó el nuevo sistema, el país vio una dramática reducción en la pobreza, aumento en el alfabetismo, se democratizó la sociedad y se abrió a la economía global.
“Un experimento sorprendente, producto de que Bután vivía bajo una monarquía ilustrada que quiso renunciar a sus privilegios. Un régimen menos ilustrado podría utilizar la felicidad para mantener a la gente contenta o contenida frente a situaciones inaceptables. Esto en el corto plazo solo produciría frustración e infelicidad”.
En efecto, no todos estos esfuerzos nacientes se basan tanto en mediciones de bienestar como en encuestas de popularidad. No son otra cosa que propaganda. Verbigracia Venezuela, el único país del mundo en haber creado un Viceministerio de la Felicidad
“La felicidad es tan importante que, tomada en serio, no puedes verla como una tendencia. Es una lección que vino para quedarse»
En los Emiratos Árabes Unidos también quieren montarse en el tren de la felicidad. Han invitado al prestigioso economista estadounidense y asesor de las Naciones Unidas Jeffrey Sachs a que les ayude a sentar las bases.
Además de redescubrir el significado de la filosofía de Aristóteles para los árabes, y recordarles las máximas del viejo sabio griego que pregonaban la moderación en la búsqueda de las riquezas materiales, Sachs ha logrado sintetizar lo que los expertos consideran las fórmula para hallar la felicidad de las naciones.
Sachs recurre en gran parte a los propios descubrimientos de Gallup. Estos son los elementos para la receta:
1. El ingreso. Ser pobre dificulta y padecer necesidades espanta la felicidad. Así que importa tener dinero, pero no es suficiente. Luego de satisfechas las necesidades básicas su efecto en el bienestar disminuye. Estados Unidos, el país más rico del planeta no figura entre los más felices.
2. Soporte Social. Las naciones con valores familiares y de solidaridad fuertes tienden a ser más felices que las que subrayan el individualismo.
3. Salud, la expectativa de vida de la población y la percepción de una vida física y mental sana son determinantes para el bienestar de las naciones
4. Libertad: La posibilidad de tomar decisiones sobre la propia vida es un factor clave para el bienestar de la mayoría
5. Generodidad: La posibilidad de ayudar a otros en el país o fuera del país influye en la sensación de bienestar de la población
6. La corrupción: Cuando la población percibe que su gobierno no es honesto o de fiar reduce su sensación de prosperidad colectiva.
La gente siempre ha buscado la felicidad y los políticos aspirado a que sus iniciativas hicieran felices a la gente. Pero ¿los expertos pueden hacer al mundo más feliz?
El economista clásico John Stuart Mill decía que cuando te preguntabas a ti mismo si eres feliz dejabas de serlo en el instante. Por ello, algunos pueden ver como un sabotaje el intento de imponerla.
Los que así piensan ve a la felicidad como cosa de los individuos no de las corporaciones o los Estados. Ven con sospecha a los que pretenden colonizar nuestra vida interior.
Es sano que así sea, pero un poco de optimismo no le hace mal a nadie.
Vea nuestro Reportaje: sobre el tema [Video]:
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