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Mi pequeña asesina

Gakirah Barnes tenía 17 años. A los 14 sumaba, al menos, un par de muertos. Cuando la mataron ya era un personaje casi mítico entre las pandillas juveniles de Chicago. La historia, perturbadora de por sí, se potencia en efecto por las redes sociales: sus fotos en Facebook e Instagram –una niña- posando con armas automáticas y sus comentarios en Twitter –además de los de sus amigos- trazan el perfil de una generación extraviada en la violencia, el hip hop y el deseo de alcanzar la peor de las famas. El caso y sus ecos en las redes en The Daily Beast

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