
La pacificación de las favelas de Río de Janeiro ha sido más bien una lucha por el control de los espacios: los narcos se mudan, la policía se instala. Y para los habitantes de esas zonas se convierte también en la sustitución de un terror por otro. El gobierno quiere una ciudad más segura de cara al Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos, pero en ese empeño podría estar atropellando a su propia gente. Una crónica de lo que allí sucede en El País
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