
AP/Susan Walsh
Por Verónica Egui Brito
A menos de dos años de que finalice el gobierno de Barack Obama, su equipo diplomático se apura en dejar un legado que le recuerde como el presidente que se acercó a históricos enemigos políticos: Cuba e Irán.
Tras 15 meses de conversaciones Estados Unidos e Irán establecieron un pre-acuerdo con el que se pretende superar más de 35 años de ruptura diplomática y que plantea el levantamiento de las sanciones económicas a cambio de que Teherán se comprometa a detener el enriquecimiento de Plutonio, y así poner fin a las tensiones regionales por su desarrollo nuclear.
Las sanciones surgieron en 1990 cuando EEUU intentó aislar las actividades nucleares de Teherán, pero se fueron incrementando con el gobierno de George W. Bush (2000-2008), ante la necesidad de la comunidad internacional de presionar a Irán y sentarlo a negociar para evitar un escenario bélico. Precisamente, ese es el argumento de Obama ante la declaración del pre-acuerdo, aduciendo que “proporciona la mejor defensa posible contra la capacidad de Irán de perseguir un arma nuclear encubierta». Incluso le aseguró a su homólogo israelí Benjamín Netanyahu que es la mejor opción para garantizar que Teherán no consiga la bomba atómica.
El experto estadounidense en la No proliferación de armas atómicas en el gobierno de Bill Clinton y asesor en el Gobierno de Obama, Robert Einhorn, dijo en entrevista para Efecto Naím que “un ataque militar sería la excusa que los extremistas de Irán han querido para desarrollar armas nucleares”.
Cuando Obama alcanzó la presidencia llegó con muchas promesas de cambiar la política estadounidense y su relación con el mundo, y aunque a primera vista luce como algo positivo, romper viejos esquemas no siempre lo es.
“En el caso de Cuba y de Irán, ninguno de esos dos países ha ofrecido nada a cambio. El mensaje es el de un político que solo quiere pasar a la historia como un hombre que idolatra su propia imagen en exceso”, advierte Luis De Lion, abogado y experto en Derecho y Política Internacional.
En ese sentido, Netanyahu considera que se ha alcanzado un acuerdo prematuro. A su juicio, las sanciones “financieras sobre todo en el sector petrolero” son indispensables y su levantamiento sólo servirá para “financiar la maquinaria de terror iraní”.
Teherán como ganador
A pesar de que el promotor de esas conversaciones es Washington, Teherán luce como el ganador, porque “entra de nuevo en la escena internacional, con su infraestructura nuclear intacta y con la garantía del levantamiento de todas las sanciones que había en su contra. La percepción de Europa y en especial la de Francia, es de suma cautela”, estima De Lion.
Para el experto, lo más incompresible es el momento en el que se decide llevar a cabo el acuerdo, ahora cuando el Estado Islámico surge, la situación en Siria es delicada, EEUU ataca el norte de Irak, y Arabia Saudí bombardea Yemen, donde los rebeldes tienen el apoyo de Teherán.
Está previsto que la firma del acuerdo sea el 30 de junio, pero queda implícito que las sanciones serán levantadas en la medida en que Irán vaya cumpliendo con el compromiso que adquirió, y con ellas, serían restablecidas las relaciones comerciales con EEUU, lo que generaría una “suerte de boom económico” en Teherán.
Irán se comprometió a neutralizar 15.000 libras de uranio de bajo enriquecimiento y a retirar del servicio 12.000 centrifugadoras.
Sin embargo, uno de los aspectos que quedará ausente es la cláusula sobre la industria militar nuclear iraní que pidió Francia, país con el que Teherán tenía estrechas relaciones nucleares antes de la revolución islamista.
Francia era socio de Irán en los últimos años del Sha, a través del consorcio Eurodif mediante el cual París pretendía desarrollar la industria nuclear iraní. Pero al producirse en 1979 la revolución islámica, París rompió unilateralmente el contrato que tenía con los iraníes. En ese entonces Laurent Fabius era el primer ministro galo, justamente quien ahora funge de Ministro de Asuntos Exteriores y formó parte de las negociaciones en Suiza, explica De Lion.
Actualmente existen nueve naciones que poseen armas nucleares: China, Francia, Rusia, Reino Unido, Estados Unidos, Israel, India, Pakistán y Corea del Norte. Con la última, también se firmó un acuerdo sobre su desarrollo nuclear.
Netanyahu comparó el acuerdo provisional de Irán con el logrado con Corea del Norte en 1994. “El mundo entero lo celebró y miren dónde estamos hoy con Corea del Norte. Creo que lo mismo ocurrirá en el caso de Irán, con la diferencia de que el acuerdo con Irán es más peligroso”.
Durante el gobierno del también presidente demócrata Bill Clinton hubo un convenio con Corea del Norte, igualmente realizado en Suiza, en el que Pyongyang se comprometía a abandonar su industria militar en un lapso de diez años. “Washington lo firmó convencido que dicho régimen no se mantendría más allá de 12 meses”, señala De Lion.
En ese acuerdo, Pyongyang paralizaría su programa atómico a cambio del suministro de reactores de agua ligera que resolverían sus problemas energéticos. Sin embargo, en 2002 se descubrió que Norcorea había reanudado su desarrollo atómico.
¿Se convertirá Irán en una amenaza tan real como Corea del Norte gracias a la oportunidad que le brinda Obama? El futuro lo dirá. Mientras, lo que queda claro, es que para Obama no será fácil lograr el apoyo de los republicanos -que son mayoría en el Congreso- ni mucho menos convencerlos de los beneficios del acuerdo. De hecho, este partido ya solicitó en el Senado la posibilidad de llevarlo a votación. Y allí darán la pelea.
Entrevista que le realizó Moisés Naím a Robert Einhorn, sobre las negociaciones con Irán
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