
No quiere ni que su nombre figure en las placas de las obras públicas. Ni que en los despachos oficiales se cuelgue su retrato. Luis Guillermo Solís, el presidente de Costa Rica no pretende figurar más de la cuenta: lo que haga su gobierno es una obra del Estado financiada por los dineros públicos. No es suya, es de todos. A contracorriente del modelo latinoamericano, Solís va en contra del culto a la personalidad. Detalles en el diario El Comercio
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Lo que el psiquiatra piensa de mí