
Siendo Álvaro Uribe el más estridente enemigo del proceso de negociación de paz con la guerrilla colombiana, no deja de ser irónico que la política de ataque frontal y sin descanso aplicada durante su gestión presidencial contribuyó en mucho a que los grupos terroristas decidieran buscar un acuerdo con el gobierno. Fácil, obviamente, no es: hay que encontrar una línea válida entre la justicia y un acuerdo de paz. Pero la guerrilla tendrá que aceptar que algunos de sus miembros deberán pagar por sus crímenes. Una visión de contexto en The Economist
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