
Comenzó hace tres años en Bulgaria y ya es una corriente con una fuerza sorprendente e inusual: las protestas contra el fracking en Europa del Este. El gobierno búlgaro incluso, en 2012, prohibió este sistema de explotación petrolera y le revocó licencias de explotación a la compañía Chevron. Hoy la teoría –y algunas evidencias- señalan que detrás de ese movimiento anti fracking está la mano –y el dinero- de Rusia, el proveedor de gas y petróleo más afectado si las trasnacionales llegaran a tener éxito en estos mercados. El panorama en The New York Times
¿Se parecerá 2015 a 2014? Next Post:
Y Tabaré volvió