
Evo Morales insistió en la teoría de la conspiración: “Esta agresión del imperio norteamericano contra Venezuela es una venganza contra la CELAC [que] en una cumbre en La Habana [declaró] zona de paz a la región”. Entre quienes se llevan la palma al elaborar la teoría de la conspiración más disparatada está el argentino Norberto Galasso, quien afirmó que “Venezuela enfrenta una ofensiva golpista porque tiene un gobierno popular que defiende sus recursos petroleros con firmeza”. Sin embargo, no explicó por qué Evo Morales, también al frente de un gobierno popular que defiende con firmeza sus recursos petroleros no enfrenta actualmente amenazas semejantes.
Morales también responsabilizó a Washington de querer acabar con Maduro, pese a haber ganado “limpiamente las elecciones de su país”. Rafael Correa, inmerso en la campaña de las elecciones locales, comparó los sucesos de Venezuela con lo que puede pasar en Ecuador, Argentina o Bolivia, donde la oposición “enquistada en la capital [busca] desestabilizar a los gobiernos nacionales progresistas”.
Cristina Fernández presentó el asunto como la defensa de una democracia amenazada por movimientos “destituyentes”, recordando otras intervenciones de Unasur y Mercosur: “No se trata sólo de Venezuela, sino que he hecho esta defensa cuando estuvo en peligro la democracia en Bolivia y Ecuador. No hay nada más importante… que el respeto a la democracia, que es respetar la voluntad popular”.
El Partido de los Trabajadores brasileño, el de Lula da Silva y Roussef, condenó la “desestabilización del orden democrático en Venezuela” y rechazó “las acciones criminales que amenazan la democracia, sus instituciones y la voluntad popular”. Por eso no llama la atención la declaración de Mercosur en solidaridad con el gobierno de Maduro “ante los recientes actos violentos” y “los intentos de desestabilizar el orden democrático”. Sin el apoyo de Brasil un documento de esta naturaleza hubiera sido impensable.
Unasur, donde los equilibrios son mayores, manifestó su preocupación y rechazo por los actos de violencia. Al gobierno venezolano la declaración le pareció tibia y al día siguiente su ministro de Exteriores Elías Jaua agregó algunas frases, como el rechazo de Unasur al ”intento de desestabilizar el orden democrático constituido legítimamente por el voto popular”. También leyó que “los miembros de Unasur repudian los intentos de rompimiento del Estado de Derecho de la República Bolivariana de Venezuela” en lugar de “los miembros de Unasur reiteran su defensa del orden democrático, del Estado de Derecho y sus instituciones”, según habían escrito los gobiernos de la región.
La cuestión venezolana está profundamente politizada e ideologizada, lo cual repercute en la toma de posición de los gobiernos latinoamericanos. Muchos buscan defender a un gobierno popular elegido por mayoría en elecciones libres. Pero, como bien aludió Joaquín Morales Solá en referencia al caso argentino: “¿Por qué el Mercosur o la Unasur no intentan una mediación en Caracas para frenar la violencia en lugar de tantas adhesiones parciales a Maduro? Porque en el discurso, aun contenido, de Cristina Kirchner sobresale un concepto: la victoria da derechos, el que gana no tiene límites”.
La ausencia de límites legales y constitucionales es la que termina conformando la peculiar forma en que valoran la democracia los populistas y todos aquellos que piensan que el populismo es la mejor forma para sacar a América Latina del atraso.
Fuente: Infolatam, Información y Análisis de América Latina
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